¡Indignos! Ese fue el grito con el que Cenicientos despidió a las cuadrillas que hicieron el paseíllo en la última corrida de la feria del Toro 2015. Indignos porque cada año tenemos que ver auténticas capeas en el temido ruedo corucho: Varilargueros picando fuera del terreno indicado y haciendo auténticas masacres a los toros, por mero orden de su jefe de filas; peones incapaces de lidiar profesionalmente al cornúpeta que les haya tocado en suerte, contando alrededor de unos cuarenta capotes sobre el redondel de esta coqueta plaza en apenas tres días de feria y, por último, estos mismos peones se dedican a pasar en falso una y otra vez en el tercio de banderillas, finalizando cada uno de ellos con cuatro garapullos sobre el animal, todos ellos colocados de uno en uno por aquellos que, presumiblemente, se hacían llamar banderilleros. Luego de todas estas perrerías llevadas a cabo por la cuadrilla, reflexiono y me hago una pregunta: ¿Cómo queréis que embista? En cuanto a los toreros se refiere, hicieron el paseíllo Serafín Marín, José Carlos Venegas y Cristian Escribano. El catalán, como tantas otras veces ha hecho a lo largo de su carrera, volvió a desaprovechar el toro más potable del festejo, un enclasado sobrero de Adelaida Rodríguez. Sus dos otros compañeros de terna se vieron desbordados por sus respectivos lotes. Todo ello, ante una corrida muy complicada de Moreno Silva. Aun así volveremos el próximo año y es que en Cenicientos, por suerte, sigue mandando el TORO.
Capucherito, el cárdeno que rompía plaza en la última del serial, mostró su falta de recorrido desde que Serafín Marín intentó, sin éxito, torear a la verónica antes de dejar en suerte al toro, que tomó dos puyazos muy fuertes, aplicando mucho castigo al cornúpeta, que empujó con un solo pitón. Tras un largo tercio de banderillas en el que la profesionalidad brilló por su ausencia, llegó a la muleta echando la cara arriba, soso, sin clase y quedándose muy corto. Lo intentó por los dos pitones un inseguro Marín, que ante la falta de lucimiento decidió buscar la espada, con la que dio muerte al animal de una estocada caída. Escuchó el primer silencio de la tarde. El imponente cuarto mostró síntomas de invalidez y fue devuelto tras perder las manos en repetidas ocasiones en los dos primeros tercios. El sobrero, herrado a fuego con el hierro de Adelaida Rodríguez, con menos cuajo que el titular, fue, a la postre, el toro más potable del festejo. Desde las verónicas de recibo evidenció su clase y su escasez de fuerza a partes iguales. Se dejó pegar y llegó boyante a la muleta, destacando la forma de meter la cara a los vuelos del catalán, cuando este se echaba la pañosa a la mano izquierda. El animal pedía más sitio del que le dio Serafín, y todo quedó en un trasteo aseado, sin más, rematado por manoletinas y emborronado al fallar en repetidas ocasiones con los aceros. Fue silenciado.
José Carlos Venegas, nuevo en esta plaza, tiene valor pero le falta esa confianza que da el torear de forma continua, algo que acusó el buen torero jienense. Emocionante el saludo a la verónica al primero de su lote, dejando algunos de los mejores lances de todo el ciclo corucho. Cumplió en varas el animal antes de un tercio de banderillas, ahora sí, digno y profesional. Le dio distancia en el comienzo de faena, sin embargo, la faena se fue diluyendo a medida que el andaluz no iba consiguiendo tomar el pulso a la embestida de Guapetón, que buscó la querencia en cuanto pudo. Los continuos tirones de Venegas no favorecieron en absoluto al animal. Después de varias coladas por el pitón izquierdo decidió coger la espada. Mató de media estocada trasera y tendida. La oreja que cortó, pedida de forma minoritaria por parte de un sector del público, enfadó al resto del respetable, que protestó la injusta concesión del trofeo. Ante el quinto, un toro que salió con pies y que cumplió en las dos varas que tomó, abrevió sin más miramientos. Luego de una colada por el pitón derecho, decidió machetear y acabar con el toro de estocada en buen sitio. Los pitos y las palmas se dividieron al término de su actuación.
Cristian Escribano, espada toledano que nos había maravillado a todos tan solo una semana antes, tras cuajar dos grandes trasteos en La Adrada, cargados de capacidad y pureza a un lote de José Escolar al que acabó cortando tres orejas, instrumento dos faenas llenas de dudas e inseguridad. Cierto es, también, que le tocó bailar con la más fea. El tercero, que se arrancó bien a las dos varas que tomó, cumplió con creces en el jaco. Luego de un bochornoso tercio de banderillas, el toro llegó quedándose corto y orientándose mucho por el pitón derecho. ¿Y por el izquierdo? No lo sé. El toledano, lleno de dudas, no lo probó por ese pitón. Lo mejor la estocada. Mención aparte merece Cantaor, toro que cerraba feria. Manso como él solo, desarrolló un peligro fuera de lo normal. Juro que Cantaor ha sido la alimaña más complicada que he visto en muchísimo tiempo. ¡Esto no es un toro, esto es una persona con más de cinco sentidos! Decía un buen amigo mío al finalizar el festejo. Tomó nueve varas, saliendo escopeteado de la mayoría de ellas. El tercio de varas terminó con la Guardia Civil anotando los datos del picador ante la cerrada ovación que el respetable brindó a la autoridad.
A partir de ahí, el tercio de garapullos más caótico que recuerdo en mucho tiempo. El lidiador pasando el peor rato de su vida, sufriendo continuas coladas y pérdidas del percal. Banderilleros despavoridos en busca de las tablas, banderillas por el suelo y un público que estalló ante la falta de recursos de la cuadrilla de Escribano. Tras un buen rato y, a duras penas, el toro llegó con cuatro palos al último tercio. Tan solo cinco muletazos antes de perfilarse para entrar a matar por primera vez. A partir de ahí, un verdadero calvario para Cristian, que intercaló el uso de espada y descabello a su antojo. Perdí la cuenta de pinchazos y descabellos, sufriendo un susto en uno de estos, pues el toro le hizo hilo y recorrió media plaza tras el coleta manchego. El presidente perdonó el tercer aviso y allí, entre una bronca ensordecedora, dobló Cantaor, el toro más complicado que recuerdo en mucho tiempo.