Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Rozando el surrealismo
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Crónica Madrid. Corrida Día de la Hispanidad

Rozando el surrealismo

Darío Juárez

En principio, tras el festejo de hoy, el punto de partida de la reforma programada para Las Ventas debe de empezar a darse por parte del aficionado. A Dalí se le desenterraba hace escasas semanas y parece que ha teñido todo con matices de su estilo. Tanto en los conflictos politicosociales, como en la confirmación de la transparente falta de idiosincrasia de esta plaza. Pero también, en la caída libre de la empresa a medida que se desarrollaba el ciclo taurino madrileño en este 2017. Desconsiderable final de temporada en Madrid, regalando una oreja a Daniel Luque en el 4°, después de una faena sin oponente y el abusivo descaro de aquellos como Ritter, que deciden dar la vuelta al anillo por decisión propia tras llevarse una paliza anunciada, en una faena sin ningún tipo de opciones. Por su parte, cerró la temporada venteña una corrida sosa, aplomada, noble, mansa y sin transmisión alguna de Salvador Gavira, la cual se desmoronaba de argumentos que la hicieran ser interesante, ya que lo poco que ofreció no sirvió de nada.

Estamos de acuerdo en que cuando las cosas no fluyen y los contratos son escasos, el rumbo que elige un torero para darle a su tauromaquia en esas contadas tardes no siempre es el más apropiado o, quizás, resulta excesivo en la búsqueda de ese triunfo de vital necesidad. Es el caso de Daniel Luque. Un matador con un gran concepto del toreo, verdadero, expositivo y muy natural. Como aquellos solitarios siete que le regaló el inválido primero por el izquierdo, al cual se negó a cambiar el presidente ante un chaparrón de obviedades. El mismo que apareció por la manga de chiqueros con la divisa negra en homenaje a las memorias de Iván Fandiño y Victorino Martín Andrés. El cuarto fue un toro fino de cabos y de pechos, y que destrozó Jabato hijo en el jaco. Desentendido y sin ningún atisbo de franqueza, llegó a la muleta muy parado y estático. El de Gerena intentaba por activa y por pasiva que la colocación no fuera un impedimento para que el trazo fuera limpio y en el sitio, pero era una auténtica quimera que para su haber resultó afortunada. Tandas de uno en uno, yéndose al pitón contrario aguantando miradas de inexpresión y tragando paquete y saliva, sin tener oponente. Quiso rizar su rizo con las luquesinas, criticadas por la duración que estaba teniendo la faena y la posibilidad de peligro innecesaria. No hubo más. La estocada ni siquiera entraba completa y Madrid –sumando dos autobuses del 8 provenientes de Sevilla– le pidió la oreja hasta que fue concedida. La bronca al palco tras pasearla fue ensordecedora.

Sin cártel ni cartel, hacía el paseíllo el colombiano Sebastián Ritter en la última de este año en la monumental de Alcalá. Es lícito que un torero salga a jugarse la vida exponiendo credenciales y más, lo ya dicho, cuando las pocas oportunidades se convierten en boletos premiados. Con valor seco y lleno de raza, se topaba el suramericano con el quinto de la tarde. Un animal que pareció otro cuando se encontró con el percal y el picador, de los que salía suelto y sin preocupación por lo que se le hacía. Con doblones empezó en los bajos del 7 una faena sosa y sin detalles lúcidos, siendo preludio de un final desproporcionado, que estuvo de más y que también, por qué no, hecho para visionarios. Ese hecho lo demostraría la infame transmisión del toro y el arrimón en busca del rasca de la ONCE, a ver si colaba como había pasado en el acto anterior. De premio no, pero de órdago pudo ser una cornada que no fue, y que hizo pensar lo peor cuando el pitón se perdía entre el fajín y el vientre del diestro cafetero. Milagrosamente se levantaba ileso, volvía en sí sin mirarse y se tiraba a matar. Dejando un pinchazo y una estocada a posteriori, para a continuación dar la vuelta al anillo de Madrid a petición propia. Otra pincelada de Salvador, el artista catalán, que sobre el lienzo de la impersonalidad de esta plaza, volvía a impregnar un destello más de surrealismo. El segundo fue el más manejable. Un toro al que supo meter y encauzar en la muleta pronto, ligándole dos series en redondo por la derecha, ajustando a la cintura la embestida. Por el otro pitón, Entonado se salía de la suerte y dejaba fuera al matador; el cual apenas rectificaba. De ahí, a pegar pases y posteriormente a escuchar dos avisos tras varias ejecuciones erróneas de la suerte suprema.

Manuel Pérez, el torilero, le devolvía las llaves a su antecesor en un acto con tintes de despedida, antes de dar salida al sexto, correspondiente al matador que cerraba la plaza por este año: Javier Jiménez. Un animal que no valió y que desagradecía todo lo que se hacía con él. Ni por arriba, ni bajando la mano y mucho menos hacer el intento de ligar una mínima tanda con enjundia. Sin embargo con el tercero desmenuzó su concepto toreando muy estéticamente ante un bobalicón de toro que acometía a la mexicana sin decir absolutamente nada. Exposición hubo ante la invisible transmisión del burel, pero de ahí a más, era pedirle peras al olmo.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. Corrida del Día de la Hispanidad. Algo más de un cuarto de plaza (6.919 espectadores) en tarde calurosa. Se lidiaron seis toros de Salvador Gavira García (que adquiría antigüedad), de buena y correcta presentación. Inválido el 1°, noble y a menos el 2°, muy soso y manso el 3°, parado el 4°, descastado el 5° y sin nada el 6°.
  • Daniel Luque (pizarra y oro): ovación con saludos y oreja con división de opiniones.
  • Sebastián Ritter (catafalco y azabache): silencio tras dos avisos y vuelta al ruedo muy protestada.
  • Javier Jiménez (verde manzana y oro): silencio en ambos.
  • El primer toro lució divisa negra en homenaje a Iván Fandiño y Victorino Martín Andrés. De la misma forma, se guardó un minuto de silencio justo antes de romperse el paseíllo.

 

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