Que sí, que sí, ahora sí: vuelve Talavante. El revuelo mediático se veía venir. Dos cartas boca arriba en apenas un día: la confirmación oficial de su anhelado regreso a los ruedos y la carta de apoderamiento y gestión profesional de su carrera, en manos del maestro Joselito y junto a un hombre del toro como Joaquín Ramos.

15 meses de tuits y comentarios que imploraban, cual cofrade allá por el mes de abril, volver a ver bajo palio y vestido de luces al extremeño. Mentideros emborrachados de rumores no hacían más que aliñar una ensalada de suposiciones costumbristas visiblemente esperanzadoras, como también escépticas en menor medida, a la espera de una información de primera mano que lo afirmara y, a la postre, lo confirmara oficialmente como sucedió este martes: Talavante vuelve en Arles.

11 de abril, en mano a mano con Juan Leal y sin conocerse aún los toros (...) Discusión aparte en la que debe haber cabida a todas las discrepancias, cuando se está anunciando un cartel de toros sin toros –de momento–, pese a ser una gran feria en su conjunto y que el protagonista de la misma sea Talavante.

Un Sábado de Gloria que se asoma ya al Real de la Feria (de Abril) y hace un guiño a San Isidro. Me cuesta mucho creer verle anunciado en Sevilla y Madrid de una manera tan prematura tras su regreso y a sabiendas de que su temporada será más bien corta y medida. ¿Rico y engañoso como un sol de invierno o el cuantioso brotar de las flores tras las lluvias de marzo?

Ni estigmatizo su planteamiento ni me postro de rodillas, pero hemos de ser conscientes de que en este año y medio sin su presencia la tauromaquia se había quedado huérfana, ya que el sello de este torero es único, impredecible, emocionante y, por supuesto, de época. No tanto el escalafón, ya que durante este tiempo ha ido sacando nuevos toreros con los que ahora le tocará medirse; ya no sólo en el ruedo, sino en las taquillas. Otro toro con el que lidiar complicado, pero absolutamente imprescindible a la hora de pedir.

Es posible que Alejandro lleve impregnada esa premisa de la búsqueda de la exclusividad en sus contratos, ‘a lo José Tomás’, si sus temporadas van a ser tan reducidas y quiere crear ese aura de misticismo tan difícil de conseguir como único. Y, para que eso ocurra, la dimensión de cada tarde debe de estar a la altura de las circunstancias, porque será ahora cuando más se espere de él y se le exija como máxima figura del toreo. De momento, la paciencia sigue siendo la madre de las ciencias aunque, ojo, que ya se acabó el recreo.

Equivocado o no, y volviendo unas líneas atrás, hay que decir y dejar claro que Talavante no es José Tomás, pero tampoco su marca blanca. Él es él. Un torero capaz de haber creado una gran figura con una línea definida y muy personal, a partir de cómo le ha funcionado la cabeza delante del toro en la mayoría de las tardes. Todo ello acompañado de una virtuosa técnica, una indulgente mano izquierda y el fluir de sus sentidos a partir de la más inesperada improvisación.

Así pues, la unión de caminos con Joselito y Joaquín Ramos parece ser una de las decisiones más importantes y veremos si más acertadas en la carrera del extremeño, que ya se muestra ilusionado en redes sociales. Es evidente y a la vista ha estado que, en sus 14 años de alternativa, Talavante no ha pasado por las mejores manos ni ha tenido la sobriedad personal de vislumbrar el camino de su felicidad con una persona de absoluta confianza que perdurara en el tiempo a su lado, desde que soltara a su mentor, Antonio Corbacho.

Ahora se une a la seriedad, independencia y maestría de uno de los toreros de Madrid por excelencia –como lo es también Talavante– y al que fuera mozo de espadas del propio Joselito y veedor del genio de Galapagar, Joaquín Ramos. Un hombre humilde, disciplinado, del toro y sobre todo del trabajo en voz baja. Virtudes que pueden engrandecer la carrera del torero extremeño, puliendo además las que ya posee. Que no son pocas.