Existen un sinfín de cualidades que deben poseer aquellos que visten de luces cuando buscan figurar en un sitio importante dentro de la propia fiesta de toros. Son varios, por no decir la mayoría, los que se quedan en el camino sin que ocurra algo trascendental en sus carreras. Así de difícil es este andar. Sin embargo, cuando el valor, el temple, la lealtad para hacer que todo salga natural, con verdad y saber ligar ideas al momento de la lidia entre lo que ocurre dentro y fuera del ruedo –lo que llaman pensar delante de la cara del toro– se vislumbran en cualquier torero, crece la ilusión en el aficionado de saber que ahí puede estar una posibilidad de que alguien labre fuertemente su camino en esto. Así ocurrió ayer con el recientemente alternativado, el ya ahora matador de toros Miguel Aguilar, quien dejó en claro que su recién doctorado es por demás esperanzador.
Ese transitar, seguramente por un trecho sinuoso, tendrá que llevar consigo los pies en la tierra, la mente fría, el corazón en la mano y el arte para el alma. Miguel sabe de sus capacidades y acompañarlas de toda la honestidad seguramente le hará llevar gente a las plazas. Solo tiempo al tiempo que únicamente el toro pone a cada quien en su lugar.
El festejo de ayer en la México se impregnó de un profundo luto. Un par de días antes había fallecido aquel hombre que había hecho de la propia fiesta el monopolio más grande que se pudiera tener en este país, lleno de una gran afición por los toros y seguramente sin algún dolo que perjudicara –como parece ser en recientes fechas que así ha sucedido–. Se lidiaron los toros de don Alberto Bailleres González, q.e.p.d., en este 76 aniversario de la México (cinco de Begoña y dos de San Miguel de Mimiahuapam), los cuales tuvieron correcta presentación y salieron con divisa negra. Se le rindió un emotivo minuto de aplausos en su memoria. El compromiso que le deja a sus descendientes es fuerte, quienes ahora tendrán en su poder llevar la totalidad de las riendas de todas las empresas, incluyendo las ligadas a la fiesta brava.
Julián López ‘El Juli’ lidió a Taipán de Begoña, segundo de la tarde, al que le hizo un quite por chicuelinas después de que se escupiera del puyazo breve que recibió. Le brindó sentidamente a Juan Pablo Bailleres. En el tercio de muleta el astado fue deslucido y terminó rajándose. Escuchó silencio. Con Siempre Tuyos de San Miguel de Mimiahuapam –único reseñado de esa ganadería para la lidia ordinaria– las cosas no salieron bien cuando puso en complicaciones a quienes cubrieron el tercio de banderillas. Con la muleta el astado calamocheaba, era probón y manso. Batalló en despachar al burel en la suerte suprema, escuchó dos avisos y se le cayó la plaza encima en tremenda bronca. Recurrió al toro de regalo al que no le cortó nada.
Octavio García ‘El Payo’ toreó a la verónica a Amor Mío, brindó al cielo y en el tercio de muleta el burel hizo halago de su descastado comportamiento. Tal vez en un intento de desesperación –y otro tanto más de desubicación– el torero queretano intentó en más de tres ocasiones matar al astado recibiéndolo. Al transcurrir el tiempo le tocaron un aviso. Con el quinto de la tarde, Amor Eterno, su faena tuvo demasiados momentos de prisa y enganchones. Porfió en matar recibiendo otra vez. El lamentable palco de autoridad le otorgó una oreja la cual fue fuertemente protestada.
Miguel Aguilar estuvo muy firme con Apasionada Entrega, el burel de su alternativa, pues fue complicado. Tuvo el detalle de colocar el toro al caballo en el primer tercio. Brindó al cielo y a su familia. Destacaron cuatro muletazos templados, de rodillas, con los que dejó ver que iba a por todas y de ahí supo transmitir al tendido aprovechando las pocas opciones que le dio el astado. Maestro de Vida, su segundo enemigo, brincó al callejón poco después del farol de rodillas con el que fue recibido. El diestro hidrocálido, en el tercio final, aprovechó las embestidas que le había regalado el de Begoña por el pitón derecho, por el izquierdo no quiso saber nada. Emocionó templando. No alargó la faena y dejó una estocada entera al entregarse en la suerte suprema. No es justificación, pero es entendible que, después del petardo que había pegado el juez de plaza en el toro anterior al regalar una oreja, en este tuviera que dar dos. Para los estadistas triunfó con el corte de dos orejas y para los demás lo hizo sin que importara el número de auriculares. Salió a hombros. Habrá que darle toros y verle más a este buen torero el cual puede tener un sinfín de cualidades.