Una tormenta por la mañana y un remanso de paz en las taquillas quiso que la empresa Chopera invitase a los rejoneadores que abrían las Corridas Generales de Bilbao en la tarde de ayer a irse con sus monturas por donde habían venido. Y rapidito, no siendo que acabara saliendo el sol, como finalmente ocurrió.
Y es que se tuvo que esperar a este lunes para dar comienzo a los paseíllos de la Semana Grande, donde Jarocho, Zulueta y un desconocido para muchos, Aarón Palacio, copaban el protagonismo en la bilbaína Vista Alegre. Delante, una novillada blanda, descastada, de dispar juego y sospechosa de pitones de José Cruz valió para entender, aun con rabia contenida, que Bilbao sigue el curso del resto de plazas de primera, abonadas a un triunfalismo facilón y sin un ápice de seriedad hacia el toro ni el espectáculo.
Entre orejas regaladas con espadas caídas, excesiva nobleza y tintes de debilidad destacó la labor de un nobelísimo Aarón Palacio, que llegaba a Vista Alegre con cinco festejos en su haber, para mostrar sus credenciales de querer ser torero o, quizá, un buen torero. No hubo que esperar demasiado para verlo entregado a la causa en el quite por chicuelinas del potable 1º bis, que se lo llevó por delante pegándole una voltereta que le lastimaba el tobillo derecho, lastrando al aragonés para el resto de la tarde con una aparente cojera. La cual no sería óbice para seguir derrochando entrega y el buen gusto de su concepto desde el saludo con el capote al notable 2º, desgranando la verónica, como en la muleta; desde el inicio, donde decidió echarse hacia delante con el utrero para, a continuación, traerse con los vuelos al novillo atemperando su embestida con temple y chispazos clasicistas, pisando los terrenos con verdad. El reiterado fallo con los aceros se llevó el premio que sí le dieron por condescendencia en el 5°, al que no mató arriba y no llegó a entender ni a templar en medio de un constante calamocheo, habiendo firmado un inicio de hinojos de ayudados por alto bastante bueno y yendo a la puerta de toriles a esperarlo del mismo modo.
Llegaba Jarocho a Bilbao sin oír nada por el oído derecho, tras la cornada sufrida en Millas (Francia) por un novillo de Tornay que le produjo un coágulo en el tímpano. La invalidez del novillo que abrió la feria hizo que Matías mostrase el primer pañuelo verde del serial, saliendo en su lugar un sobrero del mismo hierro con el que el burgalés estuvo por debajo. Firme y en un palmo, pero sin terminar los muletazos, amontonando estos con celeridad y sin apretarse con él. Mejor aire tuvieron los naturales conjugados con los vuelos que, con otra media estocada caida, valían para que la escasa concurrencia sacara el pañuelo para pedirle esa oreja que también se concedió.
Con cuatro pinchazos y una estocada que hizo guardia echó pie a tierra el impresentable 4º, al que Melgar le tiró bien el palo en sendas entradas sin que éste se entregara. Novillo aplomado, diciendo muy poquito y Jarocho sin dar con la tecla de la faena ni las distancias, bastándole con muy poco, cuando había que ponerle mucho.
Un despiste de Javier Zulueta, desentendido de la lidia del sexto, a punto estuvo de darle un susto a su banderillero Manolo de los Reyes, a la salida del último par, por estar haciendo cucamonas con la muleta por fuera de la tronera del burladero de matadores. Un animalejo sin vida ni casta, parado desde el inicio y con el que tuvo que abreviar.
Con el manso y debilucho 3º, al que tuvo que recetarle una faena de enfermero, de acompañamiento y nunca de sometimiento, mostró el buen aire de sus maneras pero, claro, delante tenía lo que tenía. Y así es imposible, señor mío. Muy errático también con la tizona.
Ficha del festejo:
Plaza de Vista Alegre (Bilbao). 1ª de las Corridas Generales. Menos de 1/4 de entrada. Se lidiaron 6 novillos de José Cruz, mal presentados, sospechosamente manipulados de pitones; descastados, blandos y a menos. Destacó el 1º bis y la movilidad del 2º.
Jarocho, de celeste y oro: oreja y silencio tras aviso.
Aarón Palacio, de canela y oro: ovación con saludos tras aviso y oreja.
Javier Zulueta, de rosa palo y oro: ovación con saludos y silencio.