Por el piton derecho
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'Hay maneras de morir pero, ¡no la dejemos morir así!
Foto: PPD
Con la firma de Paco Jara

'Hay maneras de morir pero, ¡no la dejemos morir así!

Francisco Jara | México

Hace algunos años después de salir de una corrida en Madrid, cenamos cerca de Las Ventas, Domingo Delgado, mi hijo, mi compadre y su servidor. Una charla amena. Entre muchos temas, uno nos ocupo por varias horas, ¿Qué pasa con México y su fiesta? ¿Por qué está muriendo y nadie hace nada? Fueron horas y horas hasta que nos pidieron abandonar el lugar.

Hoy me atrevo a escribir estas líneas, tratando de resumir las respuestas y algunas conclusiones que quizás no fueron más que una charla entre aficionados.

La historia de la tauromaquia en México es tan grande y tan bella que no merece morir como vemos que está sucediendo. Es la única con identidad propia en América. Empresarios, ganaderos y toreros llevan décadas tratando que la fiesta no muera, pero queda claro que todo lo que han intentado no ha tenido resultados porque siguen sin querer ver más allá de sus narices y sus necedades. Volvamos el tiempo atrás y veamos detenidamente porqué había llenos en los tendidos, bravura y toreo en el ruedo, y dinero en la caja de los empresarios.

Todo lo que escribo, quiero que se entienda con el mayor de los respetos hacía los arriba mencionados. Desde Pociano Díaz, seguido por el Indio Grande Don Rodolfo Gaona hasta llegar a la edad de oro del toreo mexicano (que inicia en 1 925) siempre el eje fundamental fue el toro. Si bien no eran las corridas del todo como ahora las vemos, el toro era el principal actor. El llamado toro mexicano, no era aquel toro fiero español, pero era bravo, se movía mucho y embestía pronto y con clase en la muleta. Lo de San Mateo era la estrella de la corridas al igual que lo que pastaba en Tlaxcala, aunque estas un poco más encastadas. Esto lo aprovecharon toreros como Don Fermín Espinosa a quienes algunos españoles llamaron, El Joselito mexicano. Otros gloriosos nombres como Heriberto García, Fermín Rivera, David Liceaga, Alberto Balderas "El Torero de México", Pepe Ortiz, Solórzano, Luis Castro, Lorenzo Garza y Silvero Pérez.

Con ellos, todos mexicanos, la plazas eran insuficientes. Los ganaderos se esmeraban por mandar sus mejores toros, los más bravos, los más encastados, estaba en juego su nombre y su divisa. Los mismos toreros buscaban ese toro bravo, ese que es quién transmite del ruedo al tendido y pone a prueba sus conocimientos y su arte. Esos toros bravos que mataron a Esteban García y Carmelo Pérez.

Podemos seguir mencionando otros que también estaban en plenitud, Carnicerito, Cañitas, Paco Gorraez, Luis Briones, Ricardo Torres y algunos más que se me escapan. Prácticamente todos estuvieron en España y si no todos, la mayoría lograba triunfar. Y era una ecuación por decirlo sencilla también allá, el toro bravo y el buen torero.

Aquí es cuando allá surge el llamado boicot del miedo. Hasta que en 1945 regresa un español a México, "un tal" Manuel Rodriguez "Manolete". Ningún torero mexicano se quedó corto cuando tuvo que alternar con el monstruo de Córdoba. Esa edad de Oro no fue poca, fue muy larga, 20 años de esplendor, y que tuvo casi tres generaciones de matadores. Los empresarios, verdaderos empresarios taurinos, no como los de ahora, tenían visión. Torero que triunfaba, repetía.

Escuchaban al aficionado, por eso tuvieron éxito tras éxito. Hoy la fórmula es una estupidez, alcohol para enganchar, y apendejar para que nadie reclame las porquerías qué vemos rodar lastimosamente una tarde sí y la otra también, al igual que lo que dicen es toreo. Aquí no se salva ni un solo "empresario", ni un solo "ganadero", y ni un sólo "torero". El empresario compra a quién de más barato, y si es su amigo, mejor. Y el torero, lo que pide es comodidad, que el toro no lo moleste, que no lo ponga en apuros y mucho menos que lo deje en ridículo. Si eso sucede, adiós a esa ganadería. Así están matando al aficionado de aburrimiento. Ni al empresario, ni al torero le importa lo que el aficionado tenga que hacer para asistir. Ya pagado, ya nos chingamos. Entiendan ganaderos, lo que nos interesa de ustedes, es lo que vemos en el ruedo, punto.

En esa misma Edad de Oro, en su última etapa nos dió figuras del tamaño de Carlos Arruza, de Calesero, Procuna. ¿Cómo superar todos esos nombres de la edad de oro? Desde que terminó esas época del toreo al día de hoy, ha sido imposible.

Después llegaron buenos toreros, que sin llegar a ser como lo anteriores, seguían metiendo gente a las plazas por la simple razón que seguía saliendo el toro bravo, con movilidad y en ocasiones con casta. Aquél toro llamado mexicano, nada tiene que ver con lo que sale hoy por toriles. El que recientemente vemos, es un toro totalmente desproporcionado, me refiero a la línea mexicana, al que le quieren meter kilos qué no le caben. Los kilos no son trapío. Pero bueno, no voy a entrar en el tema de los encastes y su morfología. Regreso con los que siguieron, Jesús Córdoba, Rafael Rodriguez y Capetillo. Punto y aparte, Juan Silveti que había triunfado en Madrid. Joselito Huerta, Jorge El Ranchero Aguilar.

La gente seguía en México haciendo de las corridas de toros, un escaparate. Todos querían asistir, políticos, grandes artistas de toda índole, y hasta el infaltable clero. Y así hubo un torero que tomó de manos de Lorenzo Garza el mando, Manuel Martínez Ancira. Manolo supo aprovechar todo, absolutamente todo. El mote de "Mandón" se lo ganó a pulso, para bien o para mal, él y solo él, mandó. Y sí, Manolo era uno antes de "Borrachón" y otro después. En la historia del toreo, mandones, pocos. Pero no se les olvidé que para ser mandón, primero hay que ser figura.

Acompañaron a Manolo, Eloy y Curro. Pero nunca pudieron mandar como lo hizo Martínez. Los empresarios cometieron el error de hacer todo lo que Manolo les pedía, bueno, les exigía. Y pues bueno, todavía con eso, no hay tanto problema. El problema viene cuando Ancira mete las manos en el campo bravo. Encuentra en Don Pepe Chafik su aliado para buscar el toro chico, el que se deje torear y deje estar. Claro que no todo fue culpa de Manolo, aquí van incluidos los toreros de esa época, que gustosos ven en esos toros, una salida fácil para cada tarde. Y ganaderos que ven en ese nuevo modelo de toro, una nueva tauromaquia. Eso quizás ese el más grave de los errores en que cayeron todos los ganaderos en México.

Después han venido toreros que comenzaron a ver los últimos llenos tarde a tarde pero que ya no eran las figuras que tenían arrastre; y que eran tan solo base de ferias y carteles. No podemos dejar de mencionar al gran Valente Arellano, que como novillero llenaba todas plazas. Comenzaban de pronto a ver cemento toreros y empresarios. Y llegó Miguel Armilla, Jorge Gutierrez, David Silveti y otros que no pudieron sostener la fiesta que antes se llenaban una tarde sí, y la otra también. La causa... el toro bravo dejaba de ser bravo. Ahora era el turno del toro que vemos hoy día. Del toro bobo, del toro que acompaña, de pendejadas dichas como la del "toro artista". Del toro que es mutilado, del novillo que la hace de toro, y del eral que la hace de novillo. El toro de hoy que con un puyazo rueda en el albero. Hoy es tiempo del toro manso y soso que duerme al mejor aficionado. Hoy es el tiempo del ganadero que no es ganadero, es tiempo del rico que tiene como hobby jugar a ganadero. Después de aquellos, no ha habido una solo torero mexicano que se le pueda llamar Figura. Ha habido quien supo aprovechar que en tierra de ciegos, el tuerto es rey, como es el caso de Eulalio López "Zotoluco", pero figura, nunca.

Ahora, aprovechando esa tierra de ciegos, México ha sido ultrajado por los toreros españoles. Ni Manolete, ni el Cordobés, ni Camino, incluso, ni El Niño de la Capea, fueron tan abusivos como lo han sido Ponce, Juli, Pablo Hermoso de Mendoza y hasta José Tomás. Estos últimos al igual que todo el que viene actualmente, se aprovecharon del aficionado eventual sabiendo que ellos eran quiénes llenaban las plazas, haciendo de México el destino vacacional perfecto, además, bien pagados en billetes verdes. Ni un solo torero mexicano que estuvo o ha estado acartelado con ellos, ha sido capaz de ponerles un alto, todos han sido comparsas. Y allá, ningún torero mexicano (por más que alguno diga que sí) ha recibido el trato que aquí se les ha dado a ellos. Y no es un reclamo, ya que no se puede pedir eso cuando los de allá se saben superiores, y los de aquí, inferiores.

La fiesta en México está muriendo, pero hay formas de morir, y nuestra fiesta mexicano no merece morir como ahora la vemos; muriendo de nada y dando pena. Señores ganaderos, cambien su crianza, busquen lo bravo, lo encastado sobre todas las cosas. Lidien toros con edad, pero sobre todo, lidien toros ÍNTEGROS. No arrastren su nombre y el de sus antecesores. Sé que me tirarán de loco por decir lo menos, pero es más probable que sus animales se vayan al matadero, que yo al manicomio.

Levanten la voz en contra de los vetos de los empresarios y toreros. Si no los exhiben, no hablen de bravura, ¿a qué le tienen miedo? de todos modos si esto muere, también morirán sus ganaderías. Ganaderos, en sus manos está la salvación de la fiesta, ustedes crían al actor principal, al Rey. Esto llevará años, pero si no se hace, no hay manera de salvar esto, así que ya es hora de hacerlo. Sin animales con bravura y sin casta, ningún novillero podrá aprender los fundamentos básicos como lo es el saber lidiar. Por eso después llegan a ser simples matadores porqué no saben resolver a lo que se enfrentan, tal y como ahora sucede por todas las plazas. Por eso cuando van a España se espantan y regresan en el siguiente vuelo a México. Las últimas décadas no me dejarán mentir que siempre hay alguna llamarada de petate que termina por ser uno más. Sin embargo no dejemos de creer, hoy está Héctor Gutierrez, Isaac Fonseca, San Román, Gilio, Aloi y Osornio; si esto cambia, estaremos más cerca de que llegue esa figura que tanto anhelamos. Los aficionados somos los primeros que queremos ver las plazas llenas, pero si no nos dan armas, no podemos defender ese rito único y ancestral como lo es la tauromaquia.

Y ustedes, toreros, vuelvan a dar grandeza a ese título tan único como lo es el de MATADOR DE TOROS. Salgan con esa hambre que no se les ve, salgan dispuestos a dar si es necesario la vida. Empresarios, por favor, dense cuenta, la fórmula está en volver a lo que un día le dió grandeza a la fiesta, el toro bravo. La fiesta brava es el único arte donde no hay un guión escrito. Es el único arte donde se muere de verdad. No dejemos morir esto que es tan nuestro, porque puede ser que algunos muramos en vida si esto muere.

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