A veces, la verdad se hace imperfecta. A veces, lo barato sale caro. A veces, en lo que a mí respecta, si el café viene con sal yo lo azucaro. O algo parecido fue lo que quiso decirnos Paco Ureña con su verdad y su muleta frente al manso redomado 5°, condenado a banderillas negras ante la inoperante labor de que la puya de Juan Melgar intentase tan siquiera acariciarle el pelo.
La tarde traía un vagío apócrifo que nadie percibió cuando en toriles había enchiquerado un abanico serio y muy dispar de hechuras de Victoriano y sus corteses atanasiados, con generosos pensamientos de garantías para embestir puestas sobre el tapete, después de los resultados y los números cosechados en los últimos tiempos en voz del fondo de casta que había venido demostrando esta vacada, veremos si hasta el día de hoy.
Pues, después de que Castella desaprovechara la clase del pitón izquierdo del primero hasta que se apagó, y tras 'picarse' por tafaelleras viendo el tremendo y breve quite de tres verónicas que Ureña le sopló, con un toreo sin reunión ni colocación buscando el sumum equivocado de la ligazón tengas el toro que tengas delante, todo lo que vendría a continuación iría acercando la esperanza de que a alguno le diera por romper a embestir de bravo, hacia el desfiladero donde esperaba el abismo del manso 5°.
Un negro salpicado cuatreño, violento y esquivo presentaba credenciales al capote de un Ureña que intentó frenarlo sin sospechado acierto. 580 kilos de mole y fuerza intacta durante toda su lidia, ante la imposibilidad de ser picado. Eutimio lo condenó a banderillas negras cambiando el tercio con tres palos solicitado por el matador, que no quería una desgracia para ningún miembro de su cuadrilla antes de que se quedara solo con la perla de Cortés.
Igual de perplejo que yo se quedó el cocacolo del 2 cuando Ureña se dirigió a los medios con el manso fatiguitas a proponerle la verdad de su cuerpo y la panza de su muleta para empezar a poderlo en el sitio como si fuera bueno. Pronto entró Madrid en el pulso de Paco y éste lo entendió más rápido si cabe jugándose las femorales a carta cabal, firmando con enrazada tinta muletazos de autor con ambas manos, donde otros solo vimos un macheteo breve sobre los pies. El clamor de la faena ante la prenda mansa victoriana iba in crescendo con el toma y daca que el lorquino le proponía siempre por abajo. De la rabia de un mal lote a la sonrisa de escuchar a Madrid volver a entrar en su bolsillo con el cierre final por bajo torerísimo, antes de ir a por la espada. Y a por él se fue sin mirarle ese afilado pitón derecho que trajo el derrote seco y con todo que le arrancó de cuajo el chaleco. A la segunda, fue recibiendo, y Ureña enterraba una espada perpendicular sin muerte, necesitando hacer un uso fracticida del descabello, tentando a la suerte negra con el toro arropado por las tablas con todas las fuerzas dentro. Madrid, rendida a su coraje estoico y valeroso, le concedió el premio de la vuelta al ruedo tras escuchar dos avisos. Con el 2º, otro manso acapachado y escobillado del hierro de la Y, no pudo sacar nada en claro.
Pinchó Castella una faena inteligente al manso 4°, que despachó un fondo de clase en la muleta eterna para el toro del francés. Pues sus ojos no veían otra cosa para no ser tentado a huir, cuando salía del muletazo y el siguiente Sebastián se lo exigía más largo y toreado todavía que el anterior. Fue en esas dos primeras series. De ahí en adelante, la simbiosis de la faena no sería la misma, pese a lo electrificados que el de Beziers había dejado a los tendidos con el prólogo, volviendo a encenderse con un largo natural precedido del cambio de mano. Cerró por manoletinas y pinchó. Vuelta al ruedo. También es de recibo destacar los palos y las lidias de José Chacón y Rafael Viotti en sendos toros del matador galo, poniendo en pie a la plaza.
Ni un soplido corto de suerte traía la tercera y última bolita que quedó en el sombrero del mayoral en los corrales esta mañana. Ginés Marín no pudo más que abreviar con un alto, largo pero nada rematado 3°que, para no variar, fue otro mansazo de libro, buscando sólo el cobijo de las tablas. Y cuanto más cerca de la puerta por donde había salido, mejor. El 6° quiso atisbar bravura en el peto de Ignacio Rodríguez, derribando primero y empujando de riñones después, pero todo se trataba de un espejismo: soso, parado y quedándose incluso por debajo en algunos momentos.
A destacar, también y en negativo, la falta de conocimientos del público ocasional solicitando con silbidos la devolución de los mansos. Cada día es una sorpresa en esta plaza.
* Ficha del festejo:
Monumental de Las Ventas. 4ª de la Feria de Otoño. Casi lleno. Se lidiaron 4 toros de Victoriano del Río (1°, 2°, 3° y 6°) y 2 de Toros de Cortés (4° y 5°), serios pero dispares de presentación. Muy mansos, sobre todo el 5° que además fue muy violento. Destacó la calidad efímera del 1°.
Castella, de purísima y oro. Ovación con saludos y vuelta al tras aviso.
Paco Ureña, de corinto y oro. Silencio y vuelta al ruedo tras dos avisos.
Ginés Marín, de coral y oro. Silencio en ambos.